lunes, 24 de septiembre de 2012

Mi primera tarde en el paraíso de las Galápagos


La primera tarde en Galápagos no la olvidaré jamás. Hice la primera excursión a pie por las islas y sirvió para darme cuenta del paraíso en el que me encontraba. Paraíso por la cantidad de animales pero sobre todo por la proximidad con la que se observan y la facilidad con la que uno puede acercarse hasta los animales siempre y cuando respete las normas que Diego se encargaba una y otra vez de explicar y velar por su cumplimiento.



Aquella primera tarde en Galápagos la pasé en la playa de La Lobería, entre cientos de animales. Por supuesto lo más representativo de este spot del parque nacional son los leones o lobos marinos (Zalophus californianus), animales que no eran nuevos para mi y que no obstante fotografié bien a gusto, pero sirvió para tener mi primer contacto con otros seres que sí eran auténtica novedad para mis ojos: las iguanas marinas.


 

Durante mis años de estudio de zoología, en la Universidad Complutense de Madrid, siempre que leía o veía algo relacionado con Darwin y las Galápagos pensaba ¿veré yo alguna vez a esas extrañas criaturas llamadas iguanas marinas que tanto fascinaron al naturalista? Ahora tenía ante mi un nutrido grupo de ellas. Las primeras en dejarse ver sobre las rocas fueron unas hembras de piel oscura, como corresponde a la subespecie que habita la isla de San Cristóbal. Descansaban sobre la lava. La tarde estaba nublada pero seguro que la roca volcánica irradiaba todavía algo del calor de la mañana y ellas lo agradecían para termorregular.
 
 

Las iguanas marinas sólo existen en Galápagos –una de las muchísimas especies endémicas del archipiélago- y presentan 7 subespecies. La que habita San Cristóbal y Santiago es la misma subespecie (Amblyrhynchus cristatus mertensi). A lo largo del viaje tendría ocasión de ver algunas más. Incluso iguanas terrestres y las iguanas de Santa Fé.

 

Pero aquella tarde sirvió para ver otro de los mitos darwinianos: el pinzón. ¿Con todo lo que hay que ver en aquellas islas y va éste a fijarse en un simple pajarillo, pensaréis algunos? No os falta razón pero los pinzones de las Galápagos no son unos simples pajarillos… sirvieron para basar en parte la Teoría de la Evolución de las especies. Abrieron los ojos de Darwin con la forma de sus picos. El naturalista estudió con calma las diferentes formas del pico del pinzón y cómo estas aves eran diferentes en cada isla.



Frente a mi, saltando y revoloteando sobre la lava, se posó una hembra de Pinzón mediano de Tierra (Geospiza fortis), una de las 13 especies de pinzones. Los machos de esta especie son íntegramente de color negro.

Maravillado por la lección permanente de biodiversidad en La Lobería costaba abandonar la playa apurando el tiempo de estancia permitido. Si esto está justo al lado del muelle y el aeropuerto ¿qué no me depararán las excursiones a las islas más apartadas?

 
 

martes, 18 de septiembre de 2012

La Llegada


Lobo marino en Puerto Baquerizo Moreno, isla San Cristóbal.


El 10 de marzo de 1535 Fray Bartolomé de las Casas arribaba navegando a la deriva hasta este archipiélago situado a 972 kilómetros de la costa de Ecuador. Las islas estaban habitadas por miles de aves, extrañas criaturas y unas enormes tortugas cuyo caparazón recordaba a la forma de silla de montar de nombre galápagos que en aquella época se usaba en España. Con este nombre quedaron bautizados los enormes reptiles de aspecto antediluviano y las islas. Sobre este descubrimiento cuento algo más en mi blog Paraísos del Mundo. Las islas Galápagos habían sido descubiertas al mundo por un señor de Soria.

 

El 17 de septiembre de 1835 Charles Darwin, en compañía de su fiel Covington y unos pocos marineros, ponía un pie en las islas Galápagos. Esa fecha marcaría a la postre un antes y un después en la Biología Evolutiva. Muchos fechan este cambio un tiempo después con la publicación de El Origen de las Especies el 24 de noviembre de 1859, pero es justo recordar que ese día de septiembre supuso el principio de una serie de observaciones y trabajos de campo con toma de datos y recolección de especies realizados por Darwin en las pocas semanas que estuvo en las islas. Podrían llamarse “las islas Darwin” no porque el naturalista británico fuera su descubridor sino por lo que su visita a las islas supuso para la ciencia. No llevan su nombre pero si cuentan con un sinfín de referencias en el nombre de sus moradores animales, una estatua y una Estación Científica. Qué menos.

 

Un 25 de agosto de 2005 llegaba yo por primera vez a las Galápagos, un simple mortal al que le gusta la naturaleza al lado de tanto nombre, atraído por el imán idolatrado de Darwin en la mente y un ejemplar de Viaje de un Naturalista alrededor del Mundo bajo el brazo. También Darwin contra Fitzroy, de Peter Nichols, que iría leyendo en la cubierta durante la navegación.

 

En la espalda una mochila con todo el equipo fotográfico e incluso mi telescopio terrestre que por cierto, ni usé. Os explico, acostumbrado a realizar fotos de fauna salvaje con potentes teleobjetivos como suele ser habitual, incluso con el adaptador fotográfico de mi telescopio (que equivale a un tele de 1100 mm), me di cuenta en la primera excursión en Galápagos, que lo que me daría más juego era ¡¡un gran angular!!. Y no es broma. La actitud de los animales es tan “indiferente” hacia el ser humano, al que no identifican con peligro, que siempre que uno no se salga del camino (absolutamente prohibido en el parque nacional), las aves están tan cerca que un gran angular puede capturar momentos fotográficos inolvidables. Como recomendación no debe faltar no obstante un tele para primeros planos (un 200 ó 300 mm).

 

Llegué al aeropuerto de la isla de San Cristóbal -junto al de Baltra, los dos aeropuertos del parque nacional-. Lo hice en vuelo de un par de horas desde Guayaquil, en la costa pacífica ecuatoriana. Es preciso cumplir estrictos controles de seguridad en lo relativo a la inclusión de alimentos y especies alóctonas y para ello en el aeropuerto realizan un exhaustivo control del equipaje para no traer nada que pueda desequilibrar el ecosistema galapagueño.

Abonadas las tasas de entrada al parque nacional (100 $), a la salida de la pequeña terminal nos estaba esperando Diego Andrade, un magnífico guía del parque que nos acompañaría por nuestro periplo en las islas. En bus nos llevaron hasta el muelle donde aguardaba atracada nuestra casa flotante, el crucero el Millennium, un magnífico catamarán con 5 habitaciones dobles. Nuestro grupo ocupaba 4 de las habitaciones y la quinta, la suite, estaba reservada por unos americanos. El capitán nos recibió a bordo y con cara compungida nos comunicó que debíamos hablar sobre las habitaciones. ¿Qué pasa? ¿algún problema? ¿nos van a dejar en tierra? La cara del capitán no auguraba buenas noticias y denotaba algún contratiempo que nadie nos había comunicado hasta ahora. Nerviosos, nos sentamos en la cubierta inferior, donde se encontraban algunos camarotes y el salón-comedor. Al parecer los americanos no se habían presentado. ¿Cuál era el problema? Pues que sólo había una suite y no sabía a quien de nosotros dársela!!! Y para eso nos pone el corazón en un puño al recibirnos con la cara como un poema??? Bendito problema. Yo iba “soltero”, así que deje disfrutar de la posibilidad del jacuzzi y la espaciosa habitación al resto de mis compañeros. Ese sorteo no iba conmigo… No obstante los afortunados ganadores se encargaron un día tras otro de restregarme lo bien que se disfrutan las Galápagos desde una suite. Ten amigos para esto… En cualquier caso mi habitación no estaba nada mal y el Millennium es un barco excepcional que sin duda recomiendo. El capitán, por cierto, un tipo encantador que pronto se ganó nuestra causa; y por las noches Carlos, el "atractivo" barman al que rápidamente pusimos el apelativo cariñoso de “bonobo”, que siempre tenía a punto su limonada especial al regreso de las excursiones.

Puerto Baquerizo Moreno
 

En Puerto Baquerizo Moreno, la capital de la isla de San Cristóbal y del archipiélago, aguardaba el barco, siempre en compañía de las fragatas. Con el barco amarrado, nadaban junto al casco enormes tortugas marinas. Sobre las pequeñas barcas del puerto tomaban el sol algunos lobos o leones marinos. Los pelícanos se lanzaban una y otra vez en picado en busca de capturas sobre un mar cristalino. ¿La llegada al paraíso? Pronto me daría cuenta de que si.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Las islas Galápagos

Aquí estoy con unos amigos en la isla Española.



Las islas Galápagos eran el colofón a mis vacaciones por Ecuador. Primero un poco de volcanes y selva amazónica, unos días de naturaleza salvaje en estado puro en la mitad del mundo. La magnificencia del río Napo, que la tiene, y la fuerza de volcanes como el Cotopaxi o el Chimborazo, que la tienen, quedaron en un segundo plano nada más poner un pie en las Galápagos. Ese mismo día me di cuenta de que todo cuanto había leído sobre ellas, con titulares como el Arca de Noé, un museo al aire libre, o similares se quedan cortos a la hora de describir en unas palabras lo que encierran este puñado de islas situadas a 1.000 kilómetros de la costa continental ecuatoriana.

Hoy, unos años después de aquel viaje, creo que no he estado en un destino ecoturístico mejor.

 

En los últimos años mucho han cambiado la legislación y los permisos respecto a la capacidad de carga del parque nacional de las islas Galápagos. Pese a ser un destino caro, el número de visitantes iba en aumento y era muy superior al permitido. De hecho la UNESCO estuvo a punto de retirarle su condición de Patrimonio de la Humanidad y sigue mirando este lugar con lupa. Todo cuidado es poco en un ecosistema tan frágil e importante como el que encierra las “islas Encantadas”. En este sentido se está realizando un gran trabajo desde el parque nacional.

 
Iguanas marinas.


A pesar de los cambios, el crucero sigue siendo la mejor opción para recorrer el parque nacional. No son cruceros al uso. Aquí no hay grandes barcos ni turistas borrachos en todo incluido haciendo aerobic sobre la cubierta de un buque. Son embarcaciones pequeñas. Para particulares y pequeños grupos. La capacidad media está en las 40 personas pero abundan los pequeños barcos con capacidad para 10-20 pasajeros. Este último es el tamaño perfecto, por la dimensión del grupo y por las medidas del barco. Catamaranes, monocascos, etc. Aquellos inolvidables días realicé un crucero en el Millennium por cinco de las islas. Algún día quiero volver para recorrer el resto pero de momento esta es mi Gran Ruta por las islas Galápagos, 5 días/4 noches inolvidables recorriendo: Baltra (aeropuerto), Plaza Sur, Santa Fe, San Cristóbal y Española. ¡¡Todos a bordo!!